La mayoría de las personas miran lo que acontece en el mundo y se preguntan con insistencia y con algo de resentimiento ¿dónde esta Dios? ¿por qué Dios permite que sucedan estas cosas?, injusticias, violencia, hambre, crisis familiares, abusos de todo tipo, dependencia al alcohol y las drogas, y la lista continúa interminablemente.
Ni siquiera es necesario mirar los medios de comunicación para comprobarlo, pues hemos experimentado en carne propia las consecuencias de estar vivos en un mundo que no conoce y que se rebela en contra de Dios. Ya nos había advertido el Señor lo que tendríamos que afrontar “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Incluso la Iglesia de Cristo sería afectada por las consecuencias de una realidad sin Dios.
Hay un dicho popular que señala: “el tiempo cura todas las heridas”, pero esto está muy lejos de la realidad. La gran mayoría de las personas, cristianos y no cristianos, “sobreviven” toda su vida, negando su pasado, heridos y resentidos, tratando inútilmente de olvidar y perdonar, o de ser perdonados, afectados por situaciones que marcaron su existencia y que nunca han tenido el valor o la disposición de enfrentar y superar.
¿Donde está Dios entonces cuando se sufre, cuando se vive la crisis, cuando se transita por el desierto y por las tormentas de la vida?. En esos momentos el Señor camina a nuestro lado, y cuando la voluntad flaquea y ya no tenemos fuerzas para continuar, Él nos toma en sus brazos y nos dice “No temas yo te ayudo”
Necesitamos reconocer humildemente que nosotros no tenemos el control de nuestras vidas si queremos transitar de la alienación a la gracia restauradora del Señor Si queremos recibir sanidad, debemos buscarla en la única fuente de vida, de amor y misericordia que nos puede sacar de nuestros comportamientos disfuncionales, compulsivos, adictivos, y liberarnos de las heridas del pasado, para comenzar a experimentar la verdadera paz y serenidad que sólo Cristo puede darnos.
Jesucristo es nuestro Salvador, y también nuestro modelo de reconciliación, asumamos entonces que la misma misión que él desarrollara durante todo su ministerio terrenal, ahora la ha entregado a su iglesia; a usted y a mí, a todos nosotros sin excepción…“ Nos ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Nos ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del SEÑOR y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que están de duelo, y a confortar a los dolientes de Sión. Nos ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento. Seremos llamados robles de justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria” (Isaías 61:1-3).
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